Hace tiempo quería hablar del granado. Hoy una amiga me da pie con una fotografía que me envía.
Fue Filostrato el Viejo el que recogió en su obra “Imágenes” una antigua leyenda que os traslado.
Pero antes retrocederé en la Historia, 441 años antes de Cristo Sófocles escribe una de sus más grandes tragedias “Antígona”, la protagonista, hermana de Eteocles y Polinices, tras la muerte de ambos y la negativa del rey de Tebas, Creonte, de dar entierro a Polinices decide hacerlo; descubierta sufre el castigo decretado por Creonte, ser sepultada viva, ella evita el suplicio ahorcándose en la cueva en la que es encerrada. Hemón, hijo de Creonte, al descubrir su cadáver se suicida en el túmulo.
Para Hegel, quien dijo de esta obra que era "una de las obras de arte más sublimes, en todos los aspectos, de todos los tiempos", fue el más alto presentimiento que el mundo antiguo tuvo sobre el sentido ético de la mujer en la familia.
Antígona es el paradigma de la «piedad» (eusébeia), del culto a la unidad de la familia. Siente la necesidad imperiosa de dar sepultura a ese hermano sublevado pues el acto de enterramiento es el modo de devolver el muerto a sus antepasados, al ámbito de su familia.
Y ahora puedo volver con Filostrato quien doscientos años más tarde recoge las tradiciones que unen el granado y el fuego a Eteocles y Polinices.
Él nos narra, en la obra que al principio citaba, que en la tumba de Eteocles y Polinices las Erinias, seres femeninos a los que se les atribuía cualquier acto violento (las Furias romanas), llamadas eufimísticamente Euménides (bondadosas), plantaron un granado. Desde ese día al coger el fruto de este árbol, brotará sangre.
Parecido significado guardaba el fuego que señalaba la tumba de los hermanos, sus llamas, lejos de fundirse, se separan, toman direcciones opuestas, lanzan chispas … el odio entre hermanos.
Y poco más, solo sueño que como Antígona podamos gritar:
“¡Nací para el amor, no para compartir el odio!”
Bueno y el deseo, que no se si habré logrado con tan larga perorata, de que soñéis con las granadas que unieron para siempre a quienes en vida se creían enemigos.
En las imágenes:
Árbol de granado.
Urna funeraria etrusca representando la lucha entre Eteocles y Polinices (siglo II A.C.). Museo de Verona.
Antígona es conducida ante Creonte escoltada por dos guardías.
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