Prometí hablar de Zacarías hace algunos días y ya es hora.
Hablaré de él y de granadas.
Y para ello me desplazaré a Nueva York, el MET, museo del que hace tiempo describí los Tapices del Unicornio y alguna granada de cerámica. Allí se conserva la obra de un gran aragonés, y no hablo de Goya, Domingo Ram (1464-1507), el Retablo de San Juan Bautista en el que se representan diversas escenas de su vida.
Una de sus tablas está dedicada a Zacarías.
Cuenta el Evangelio de Lucas que:
“Cierto día, le tocó al grupo de sacerdotes de Zacarías el turno de servir a Dios en el templo. Los sacerdotes acostumbraban nombrar a uno del grupo, para que entrara en el templo de Dios y quemara incienso en el altar. Esta vez le tocó a Zacarías entrar a quemar el incienso, mientras el pueblo se quedaba afuera orando.
De pronto, un ángel de Dios se le apareció a Zacarías al lado derecho del altar. Cuando Zacarías vio al ángel, tuvo mucho miedo y no supo qué hacer. Pero el ángel le dijo:
—¡No tengas miedo, Zacarías! Dios ha escuchado tus oraciones. Tu esposa Isabel tendrá un hijo, y lo llamarás Juan. Su nacimiento te va a hacer muy feliz, y muchos también se alegrarán. Tu hijo va a ser muy importante ante Dios.” (Lc 1:8-15).
Y es la escena que reproduce el autor.
Quiero llamaros la atención sobre algunos detalles que Domingo Ram reproduce con acierto: sobre la cabeza, la mitra y la lámina de oro; no se aprecia el pectoral; el efod –vestido- está realizado con oro y lino; el cinturón para ajustarlo; una larga cuerda o cadena para arrastrar al sacerdote en el caso de que falleciera dentro del Lugar Santísimo (Kodesh ha-Kodashím), lo que parece es solo un mito medieval, y para terminar nuestras granadas que junto a campanillas adornaban el borde inferior del manto que se usaba bajo el efod. Nuestras granadas eran el fruto que adornaba sus vestidos.
“Y en sus orlas harás granadas de azul, púrpura y carmesí alrededor, y entre ellas campanillas de oro alrededor.
Una campanilla de oro y una granada, otra campanilla de oro y otra granada, en toda la orla del manto alrededor.
Y estará sobre Aarón cuando ministre; y se oirá su sonido cuando él entre en el santuario delante de Jehová y cuando salga, para que no muera.” (Éxodo 28:33-35).
Y me llama la atención estas granadas y campanillas porque siglos después –en algunos períodos de la reconquista- las españolas de religión judía se vieron obligadas a usar una campanilla atada al tobillo que anunciara su presencia, el llamado aljarez o, si no me falla la memoria, yulyul. La intransigencia de unos solo logró que nuestras compatriotas de religión judía adornasen sus pies con campanillas.
Y poco más, un día de estos nos vemos en Nueva York y disfrutamos viendo la Colección Cloisters (1925) y este bonito retablo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario